sábado, 3 de mayo de 2014



Siempre hay un discurso que tenemos para el resto y otro que tenemos para nosotros mismos. Lo ideal sería que fueran iguales, pero sabemos que no siempre es así. Este es uno de esos casos.
Me dijo que fuéramos solo amigos, que no estaba preparado para estar en una relación, que no se sentía capaz en este momento de querer o amar a alguien. Y obvio, yo me quedé ahí, congelada, pensando que no era cierto lo que estaba pasado, igual que como me pasó cuando nos besamos por primera vez.
Fueron tres semanas de algo sin nombre. Tampoco ahora sé como catalogarlo. Pero ahora, luego de una semana y cuatro días sigo en mis disyuntivas existenciales.
A todo quien me ha querido escuchar le he dicho que sé que lo superaré, y de verdad lo creo. También he dicho que quiero enfrentar esto de la forma más madura que pueda, dejarlo sólo como lo que fue y que no me quiero quedar esperándolo. También creo eso firmemente. Además de eso he expresado mis intenciones de no esperar nada para el futuro, dejar que el tiempo determine las cosas, si volvemos a ser amigos, si volvemos a ser más que amigos, si no seremos nada. Que el tiempo decida, que el tiempo nos haga darnos cuenta de lo que de verdad queremos. Porque quizás, simplemente, no era nuestro momento. Quizás de verdad íbamos muy rápido y necesitábamos ir más lento.
Todo ese discurso me gusta porque suena sensato, maduro y se siente "como debería ser ". Pero ahora, luego de este tiempo donde cada día tengo una posición distinta respecto al tema, siento que no es lo que yo quiero.
Podré decirle al resto que "no quiero esperar nada para el futuro", que creo que "de verdad podemos ser amigos". Pero no es lo que quiero, no quiero que seamos sólo amigos, yo quiero que seamos más que amigos.
He llegado a pensar que él es simplemente un capricho. Lo creo así porque no lo he extrañado en estos días, cómo si no fuera él lo que me importara de verdad. A veces siento que sólo quedé con ganas de más y picada, porque de pronto dejó de pescarme. En una de esas sólo quiero que "todo vuelva a ser como antes" para no sentir que no lo logré, casi por orgullo. Para poder decir, hey, yo me cansé de ti, no tu de mi,  tú no te puedes cansar de mí.
En serio podría ser sólo un capricho. Y quizás quería mi propia victoria. Él era el chico malo, el que tiene a las mujeres que quiere cuando quiere, el que no quiere nada serio, nada formal, nada que lo ate, porque la vida es muy corta, la vida hay que disfrutarla, y para que amarrarse a una si puedes disfrutar con 10? Esa era mi imagen de él antes de que siquiera mantuviéramos una conversación, esa fue mi imagen de él cuando nos besamos por primera vez, esa fue mi imagen de él mientras estuvimos en "lo sin nombre" y eso es lo que pienso ahora después de que todo se ha terminado. Pero, digámoslo claro, yo quería ser (como probablemente muchas han querido) la que destruyera esa imagen de mujeriego y lo hiciera caer. Nos gustan los chicos malos, los desafíos, los que sabemos que son difíciles de conquistar. Yo quería ser ese tipo de mujer, la que pudiera decir "ves a ese que está ahí? si, el que tiene pinta de ser un campeón... bueno, está conmigo"
En mi gran y estúpida inocencia de primeriza me creí capaz de lograrlo ¿qué mejor trofeo para comenzar este largo camino de amores y desamores?
No haberlo conseguido puede que sea la verdadera razón de mi actual tortura sentimental.